Octubre 23 2008
Preparar el Post - Capitalismo
“Las revoluciones se producen, generalmente, en los callejones sin salida” decía Bertolt Brecht. Los que hemos nacido tras la Segunda Guerra Mundial hemos vivido una inusual época de bonanza y de prosperidad económica sin parangón a lo largo de nuestra historia. No hace mucho, en tiempos de nuestros bisabuelos nuestra gente se marchó a Argentina o Idaho por la crisis de 1870, por poner un ejemplo, en la que la gente se moría de hambre. El ejemplo más claro de aquello es la hambruna irlandesa. Precisamente estos días se debería conmemorar el 79 aniversario de la crisis del 29 (del siglo XX). Cabe decir que en aquella crisis un dia la bolsa de Nueva York se desplomo. El Presidente de entonces, Hoover (no confundir con el longevo director del FBI), pidió a los empresarios comprar activos financieros. Y eso hizo J.P. Morgan. Trataron de reflotar la bolsa pero al final todo el sistema retrocedió. Debido a la crisis en la siguiente elección ganó un demócrata del norte: Franklin Roosevelt, a pesar de ser poliomelitico e ir en silla de ruedas. Claro esta que en aquel momento la clave de la recuperación estuvo en dos cuestiones: los americanos se echaron la culpa a si mismos de la causa de la crisis y con esperanza afrontaron su recuperación, y por otro lado sólo se recuperó Estados Unidos una vez bien entrada la Segunda Guerra Mundial.
El actual modelo tal y como lo conocemos, el liberalismo capitalista, es un elemento que trae consigo la crisis como un elemento estructural. Asi lo afirma el sociólogo Inmanuelle Wallernstein, cuando cita el sistema Teoría Mundo, en el que llega a señalar que habría tres ámbitos en la historia interconectados: Europa Occidental, Japón y Estados Unidos. Lo que le sucede a uno repercute a los demás. Es curioso que el patrón de esta teoría, Adam Smith, realmente lo que pedía con la mano invisible sobre la economía era que el estado interviniera sobre los gremios de entonces, auténticos lobbys de presión y corporativos que impedían el desarrollo de la economía. Es decir. Pedía libertad desde el estado británico, en este caso. Por otro lado cabe señalar que la primera patria del liberalismo tuvo durante el siglo XIX una política proteccionista, lo mismo que Estados Unidos, que únicamente se decidió a apostar por el libre cambio una vez asentada su industria. Con esto se quiere resaltar que por un lado está la teoría en materia económica y por otro las prácticas de cada país. Y las crisis cíclicas capitalistas, desde su inicio “formal”, hace 5 siglos, han ido profundizandose en intensidad, hasta llegar a la citada de 1929.
La crisis de 1929 fue un punto de inflexión. En éste momento histórico apareció John Maynard Keynes quien rescató el capitalismo de su definitivo deceso introduciendo medidas correctoras al mal llamado libre mercado (que no lo es realmente, pues no se dan todas las condiciones teóricas en casi ningun caso). Con la desregulación galopante inagurada por Thatcher y Reagan y acentuada por el actual inquilino, George Bush Jr., el actual sistema se encuentra ante el reto de afrontar otra gran crisis como la del 29. Las bolsas se desploman dia si dia también. Y ante eso no cabe sino ir a las raices de la crisis. Y afrontar los retos de futuro con la vista ante lo que pueda venir, pero sin olvidar de donde se viene, cual ha sido la trayectoria del capitalismo y como nos ha afectado en su versión pura y en la versión de lo que los franceses llaman los “30 gloriosos”, entre 1945 y 1975, de implantación efectiva del “Estado (keynesiano) del Bienestar”.
Cuando un gobierno ante una crisis es capaz de olvidar todo principio ideológico para resolver un problema puede ser loable, según circunstancias, pero lo que están haciendo los gobiernos del mundo occidental, tanto en Europa como en Estados Unidos, es absolutamente inconcebible: se plantean la nacionalización de los recursos financieros “corruptos” para salvar las instituciones financieras. En vez de pensar en salvas a los ciudadanos de las hipotecas, de las deudas contraidas y demás cuestiones ligadas a las tasas de interes elevadas y al alto incide del Euribor.
La reflexión que debemos poner encima de la mesa es aquella que se refiere a pensar que el actual modelo está amortizado. Cuando un modelo no tiene contraparte, a la larga acaba perdiendo el rumbo, radicalizandose y produciendo incontinencia en la contención a los límites de lo que puede o no puede hacerse. El criterio de precaución es de los primeros en desaparecer. Ante eso debemos retomar la senda de la reflexión serena de todo el modelo. Y darle una respuesta adecuada. También desde Euskal Herria. Y más desde la izquierda, desde la socialdemocracia. Pensar en la disyuntiva que nos plantea Wallernstein: ó retroceder a un sistema donde las libertades estén más restringidas y la libertad económica sea más bien escasa ó iniciar la búsqueda de un nuevo sistema basado en las personas, a escala humana, que responda a las necesidades de la ciudadanía, donde la política sea quien marque las normas de juego, donde la democracia sea participativa y se pueda opinar no sólo cada 4 años en unas urnas, con una sociedad civil dinámica. Este es el reto en el que nos abocamos en este momento.
Nuestra história reciente en la Europa que nos ha tocado vivir ha sido una oportunidad para hacer posible nuestro actual status económico y social. Y es en este marco en el que debemos hacer esta reflexión. Con nuestros aliados y amigos que pensamos en estas claves para ir creando un debate a nivel europeo con clave de avance hacia esa “Europa unida en la diversidad” que marca como lema la actual UE, con marcado acento social y progresista en lo social y económico.
Parafraseando a Hegel, el economista hace economía cuando ésta ya ha pasado. Por eso mismo nuestro compromiso con la política ha de ser más fuerte que nunca en la defensa de nuestro futuro común en paz y en bienestar. No podemos hacer más, ni debemos hacer menos.